Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1858-1860 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 11 de enero de 1859
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 31, 686 a 690
Tema: Acta de Caravaca y se aprueba en votación nominal

El Sr. SAGASTA: Señor Presidente, ¿empiezo a hacer uso de la palabra?

El Sr. PRESIDENTE: Puede V. S. hacerlo

El Sr. SAGASTA: Hago esta pregunta, porque como veo que no hay número suficiente de Sres. Diputados para deliberar, podría V. S. levantar la sesión.

El Sr. PRESIDENTE: No hay razón para levantar [686] la sesión, porque ese dictamen estaba puesto a la orden del día. Ruego a los Sres. Diputados que tomen asiento.

El Sr. SAGASTA: Además, Sr. Presidente, advierto que no solo no hay suficiente número de Sres. Diputados para deliberar, sino que también veo desierto el banco de la Comisión.

El Sr. SUAREZ INCLÁN: Los de la Comisión aquí estamos.

El Sr. SAGASTA: No tema el Congreso que vaya a molestar por mucho tiempo su atención; no voy a pronunciar un discurso; voy a hacer simplemente algunas observaciones, las que bastarán para demostrar que la influencia que se llama moral se ha ejercido en ese distrito de una manera tan directa, tan eficaz y tan violenta, que no ha sido posible la manifestación de la libre y espontánea voluntad del cuerpo electoral, y que en buenas condiciones constitucionales el acta que está expuesta a discusión es nula, absolutamente nula.

Para esto nada diré de llamamiento de alcaldes por el gobernador de la provincia en los días próximos a la elección, por supuesto para asuntos del servicio: nada diré tampoco de la destitución de empleados, y del nombramiento de otros, siquiera estos fueran a cumplir con sus destinos en el distrito donde vivían, donde tenían su familia e intereses, contra lo establecido en las disposiciones vigentes. Me refiero a algunos guardas de montes, cosa tanto más notable, cuanto que el Sr. Ministro de Fomento ha tenido una Grande intervención en la elección, ha influido mucho, y el cual debe saber perfectamente que los guardas de montes no pueden serlo en el distrito de donde son naturales.

Nada diré, por fin, de los engañosos amaños, de las mentidas ofertas, de las amenazas que de todo género se han hecho, y de otra porción de resortes que se han movido, lo mismo que en otros, en ese distrito. Nada de esto diré, porque el Congreso lo ha oído repetir diferentes veces y porque como he dicho pienso ser breve.

Voy a examinar única y brevemente los hechos más culminantes de la elección, algunos de los cuales ofrecen cierta novedad, y eso que es más difícil ofrecer novedad en cuestiones electorales, para cuya resolución en ciertos y determinados sentidos se han usado y empleado tantos medios.

Empiezo, pues, por hacerme cargo de la circular que el gobernador de la provincia de Murcia dirigió a los alcaldes de todos los pueblos del distrito.

Esta autoridad, este señor gobernador, no creyó que era bastante para influir en la elección hablar en nombre del Gobierno; le parecía poco la voluntad del Gobierno, y apeló a una voluntad más alta, a una influencia más elevada. Yo no sé si pensar que esto consiste en que creyese el gobernador no tener gran influencia para con los electores, o en que ese mismo gobernador de Murcia creyese era poco la importancia del Gobierno, o por último, en que tuviese en mucho la independencia de los electores.

Pero es el caso, señores, que este señor gobernador creyó que no tendría grande importancia la voluntad del Gobierno, y apeló a otra más elevada. No leeré al Congreso la circular íntegra, porque me he propuesto ser breve como he dicho antes, y la circular es larga; pero voy a hacerme cargo del último de sus párrafos, para que por él pueda ver el Congreso cuál será este documento. Dice así y suplico a los señores taquígrafos que tomen nota de él.

" Procure Vd., pues, como alcalde, como persona influyente y como conocedor del país, apoyar su candidatura (la del Sr. Chico) aconsejándoles a los electores y haciéndoles ver las razones que el Gobierno tiene para aceptarla, persuadido de que si le proporciona una mayoría en las urnas, no solo habrá Vd. Cumplido con un imperioso deber que le impone su calidad de representante de la autoridad Real en esa población, sino que también habrá prestado un importante servicio a la causa del orden y de la buena administración, proporcionando al país su representación por tan digna persona ante el Cuerpo parlamentario."

No parece, señores, sino que el candidato de oposición es alguna persona anárquica, alguna persona de ideas subversivas.

" Habrá Vd. cumplido, le dice al alcalde, como exige su cualidad de representante de la Autoridad Real."

No he visto nada más ligero, nada más inconveniente, nada más perjudicial, que un lenguaje semejante en un agente del Gobierno, en una autoridad superior de una provincia; nada más ligero, nada más inconveniente, nada más perjudicial para los intereses del país, y más que para el país, para los intereses del Trono. Hacer uso del nombre de S. M. en las luchas de los partidos, ¿qué significa esto? ¿Qué significa esto cuando, como ha visto el Congreso, no es más que la repetición de otros muchos casos semejantes? No tiene seguramente la culpa el gobernador de Murcia; tiénela el Gobierno, que a este gobernador, como a otros muchos, les ha permitido, les ha tolerado hacer use del nombre de S. M. en nuestras contiendas políticas.

Yo siento mucho que no esté en su puesto, como debiera, el Sr. Ministro de la Gobernación tratándose de actas, cuando sabe que se ha de venir aquí a denunciar los abusos que puedan cometer y que han cometido los agentes de la autoridad. ¿Qué significa esto? ¿Es que trata de eludir la responsabilidad de sus actos? Verdad es, señores, que para hacer lo que hizo el otro día el Sr. Ministro de la Gobernación con el señor gobernador de Toledo, que completamente le abandonó, no hace falta en su banco.. .

El Sr. PRESIDENTE: Debo hacer presente al señor Diputado que el Sr. Ministro de la Gobernación se me ha acercado y me ha dicho que se retiraba por hallarse indispuesto.

El Sr. SAGASTA: Si yo lo hubiera sabido no hubiera dicho lo que he creído conveniente decir al Congreso; pero tengo entendido, Sr. Presidente, que el señor Ministro ha estado antes aquí.

El Sr. SAGASTA: Yo siento mucho las dolencias [687] que puedan aquejar al Sr. Ministro de la Gobernación; pero cuando se trata de cuestiones como ésta, debiera estar presente, ya que no sea posible suspenderse la discusión por un par de días.

El Sr. PRESIDENTE: No hay motivo suficiente para suspenderla; por consiguiente, puede V. S. continuar su discurso.

El Sr. SAGASTA: En fin, sea de esto lo que quiera, esté o no presente el Sr. Ministro de la Gobernación, en cuyo caso pudiera haber algún otro para reemplazarle en su banco, insisto en que la conducta que han observado algunos gobernadores sacando indebidamente a plaza el nombre de S. M., es una conducta ligera, inconveniente y hasta subversiva. Digo subversiva, porque a eso equivale suponer que S. M. puede tener interés en el triunfo de uno o de otro candidato; a eso equivale suponer que S. M. puede ser jefe de una fracción política. El Congreso sabe muy bien las graves consecuencias que de esto podrían desprenderse. La historia nos dice que cuando un Monarca se ha hecho jefe de una fracción; que cuando un Rey se ha colocado voluntariamente a la cabeza de una parte de los ciudadanos, bien pronto deja de ser Rey de todos los ciudadanos. Por eso he dicho yo que la conducta de estos gobernadores era subversiva. ¿Qué hubiera sucedido si en efecto el candidato vencido hubiera salido vencedor, como era probable y seguro sin las coacciones oficiales? Que se hubiera creído que aquel distrito era contrario a la voluntad Real, que era enemigo de S. M. Éstas son las consecuencias de usar de un nombre que no debe nunca sonar en las luchas de los partidos.

Y aparte de esto, que a nadie debe interesar más que al Gobierno que lo ha tolerado, ya comprenderán los Sres. Diputados el efecto que causaría una circular semejante en los alcaldes de los diferentes pueblos del distrito, y la interpretación que la darían. Excitados, o más bien impulsados por esta circular, ha habido alcalde que, abusando de su autoridad, ha cometido toda clase de violencias, intimidando a los electores que no se manifestaban dispuestos a apoyarles en sus deseos. Entre esos alcaldes no es posible dejar de recordar al de Moratalla, muy dado a las arbitrariedades, pues que impulsado por esta circular, ha podido dejarse llevar de su pasión favorita. Digo que es muy dado a las arbitrariedades, porque en el día se halla procesado nada menos que por ocho prisiones arbitrarias; y si cuando no tenía en qué apoyar sus desmanes, procedía de esa manera, figúrense los señores Diputados lo que haría excitado por la circular de que vengo hablando.

La autoridad civil de la provincia de Murcia se encontraba apoyada por otra autoridad de no menos influencia en el distrito, de no menos importancia; quiero hablar del juez eclesiástico, vicario del partido. Este juez eclesiástico vicario del partido, que tiene las mismas facultades que un obispo, porque excepto ordenar, todo lo hace, ha puesto en juego toda su influencia, toda su autoridad; en una palabra, ha abusado de su autoridad. No se ha contentado solo con tomar una parte activa en las elecciones, como concurrir a las juntas electorales, tenerlas en su casa, invitar y exigir de sus subordinados que votarán al candidato ministerial, sino que ha descendido hasta los detalles más pequeños. La política, según consta de una información hecha ante el Juzgado de primera instancia, la política y las elecciones han estado en la iglesia, han pasado a la sacristía, y casi han llegado al altar mayor. Pero no es esto solo, Sres. Diputados; de la misma manera que las torres nos indican que allí está la casa de Dios, de la, misma manera que esas elevadas agujas de piedra y bronco rematadas en Cruz nos indican la crucifixión del Señor, de la misma manera quiso el vicario que en el exterior se supiera lo que pasaba dentro de la iglesia, y convirtió las torres de la iglesia en una fortaleza donde ondeaba la bandera negra, la bandera de guerra en ciertos y determinados momentos. Convirtió la torre en atalaya de elecciones, y el campanario, según dice después el mismo vicario en una contra información, en telégrafo electoral. Porque es el caso, que como en una información hecha ante el juez de primera instancia se dijera que con el fin de intimidar a los electores se había colocado en la torre una bandera negra, en una contra información que después se ha traído, se dice que no era para atemorizar, sino para trasmitir noticias a la otra fracción. De cualquier manera resulta que el vicario no tuvo inconveniente en convertir aquella torre o aquel campanario en telégrafo electoral.

Pues bien; así dispuestas las cosas, el gobernador todavía no tenía bastante con su influencia; no creía bastante la del señor vicario, no creía bastante el apelar a otra influencia más elevada, sino que dispuso la variación de secciones. El distrito de Caravaca, donde no ha habido nunca más que una sección, cuya cabeza ha sido el pueblo de este nombre, se dividió en dos secciones. Y nada tendría yo que decir de esto si la división de secciones se hubiera hecho con arreglo a la ley. Los Sres. Diputados juzgarán como el gobernador o el Gobierno, si es que el Gobierno lo ha hecho sin propuesta del gobernador, lo que no sé, ni me importa saberlo; los Sres. Diputados juzgarán hasta qué punto se tuvo presente la ley cuando sepan que el pueblo en que se estableció la segunda sección, Cehegin, que no ha sido nunca hasta ahora cabeza de sección, se llevaron las dos terceras partes de los electores, dejando la otra tercera en la que siempre ha sido cabeza de sección. Pero no es esto lo más notable, sin que muchos electores que iban a votar a la nueva sección, tenían que pasar por Caravaca y pasaban por delante de la puerta del local donde sus compañeros estaban votando al candidato a quienes ellos iban a apoyar; y sin embargo se veían obligados a andar una legua más para llegar a la otra sección. De esta manera se ha cumplido con la ley; de este modo se ha atendido a la comodidad de los electores.

Pero hay más: de todos los pueblos del distrito de Caravaca no hay ninguno menos a propósito que el de Cehegin para cabeza de sección. Ni por su posición topográfica, ni por sus circunstancias especiales, podía nunca elegirse para cabeza de sección un pueblo como el de Cehegin. Por su posición topográfica, porque es casi el último pueblo del distrito por aquella parte; por sus circunstancias especiales, porque es un pueblo de ciertas y determinadas condiciones; es un pueblo que tiene puntas de feudalismo; hay cinco o seis familias dueñas del territorio, y los demás vecinos son colonos: de modo que allí no hay partidos, no hay lucha legal posible, no hay más que señores y colonos. Pues sin embargo; Cehegin ha sido cabeza de sección, y muchos electores tenían que pasar por Caravaca, y además atravesar un río. ¿Y todo por qué? Ya lo habrán comprendido los Sres. Diputados; porque [688] el candidato ministerial es de Cehegin y el candidato de oposición de Caravaca.

¿Y es así como se establece la lucha legal de los pueblos? ¿Es ese el campo neutral en que el Gobierno ha querido colocar a los combatientes? No; no se restablece así como quieren decir los apologistas del Gobierno, no se restablece así la pureza del sistema representativo. Esto no es más que burlarse de los electores con escarnio de la ley. Porque una de dos: o el gobernador y el Gobierno sabían la posición topográfica de Cehegin, o la ignoraban; si la ignoraban, es de lamentar esta ligereza incalificable; inconcebible, indigna de toda autoridad; si la sabían, han cometido una falta mucho más grave; han faltado a sabiendas a la ley.

Dispuestas así las cosas, llevada la mayor parte de la votación a otro punto diverso de aquel donde siempre había estado, haciendo que la sección de Cehegin dominase con mucho a la sección de Caravaca; lo demás era fácil y se hizo en efecto. Para local de la elección se buscó el reducido foro de un reducido teatro que había en el pueblo, como si fuera bastante para la lucha legal de los partidos. Además de la Mesa electoral nombraron 15 auxiliares de la Mesa, de los cuales ninguno era elector; pero en cambio había una porción de guardas de campo de los diferentes pueblos, cuyos electores tenían que ir a votar, y estaban estos guardas de campo alrededor de la Mesa electoral, y con la Mesa y los 15 auxiliares se llenó el salón o foro de aquel reducido teatro.

Pero todavía esto no bastaba; era necesario más; y fue que en lugar de dar la entrada al foro por la puerta principal del teatro, dispusieron que fuera por una puerta estrecha que se hallaba en la parte interior del foro. Ya comprenderán los Sres. Diputados cuál sería esa puerta del foro; recordando que aún en los teatros de primer orden las puertas de esta clase son sumamente estrechas.

Pero todavía hay más: habían dispuesto en el foro una decoración completamente cerrada, y había una puerta por donde tenían que entrar los electores del candidato de oposición; pero en cambio había otra puerta secreta por donde entraban los electores del candidato ministerial.

Pues bien, señores: con la multitud de personas que había en aquel reducido foro, la mayor parte que no eran electores, con la estrategia de haber colocado dos puertas, una estrecha por donde entraban los electores del candidato de oposición, y que estaba obstruida por los parciales del candidato ministerial, y por la otra puerta secreta y reservada por donde entraban los amigos del candidato ministerial, está dicho lo que pasaría en aquella Mesa electoral. Los electores del candidato de oposición apenas pudieron votar la Mesa definitiva; pues a costa de grandes esfuerzos penetraron algunos de ellos en ese reducido foro. Habían tenido la imprevisión pare la Mesa definitiva de llevar papeletas de color distinto del que llevaban las del candidato ministerial; cogíalas el presidente, y como el color le indicaba el nombre que estaba escrito en ellas, todo era poner dificultades; no conocía al elector, ignoraba su nombre y apellido, y no se sabía el pueblo de su naturaleza; y cuando después de grandes esfuerzos llegaban a comprender cómo se llamaban, no encontraban si vivía en el pueblo que marcaban, y entre vueltas y revueltas de la lista electoral, los electores del candidato de oposición no votaban, y lo hacían sin dificultad alguna los electores del candidato ministerial.

Al ver esto los otros electores que todavía no habían penetrado en aquel reducido espacio, determinaron cambiar el color de las papeletas, y las pusieron igual a los electores de la mayoría, y puestas de este modo las papeletas, las dificultades del alcalde eran menores. Ya entonces, así que entraba un elector que les infundía sospecha y que no conocían, que no estaban seguros del nombre que llevaba escrito en la papeleta, el presidente se permitía abrirla, y claro está que si eran los escrutadores contrarios volverían las mismas dificultades que anteriormente cuando llevaban papeletas de diferente color. Se ha dado en esta sección hasta el caso de haberse votado por poderes; ha habido personas que han votado por otros ausentes o que estaban presentes y no querían votar; y los electores del candidato de oposición, cansados de hacer esfuerzos, indignados por la conducta que se seguía, salieron del local para tomar una determinación, y entonces fue cuando se encontraron izada la bandera negra, la bandera de guerra en el pueblo. Esta bandera, la actitud hostil que se había observado para con ciertos electores de oposición, les hizo tomar una resolución y determinaron retirarse de la sección y protestar. Entraron con este objeto en el salón, quisieron hacer la protesta, y se les dijo que cuando terminase el acto se les admitiría. Aguardaron; concluyó el acto, y no se les admitió, y esos electores tuvieron que marcharse a la otra sección cabeza del distrito, a la sección de Caravaca, no queriendo admitirles en Cehegin la protesta que presentaban, después de resolverse a separarse de la elección y de no tomar parte en ella. No se ha podido dar un caso que exija con más razón la nulidad de toda la votación de esa sección, sin la cual el Diputado electo no será el que ha traído el acta, sino el candidato de oposición. Pero yo no pido eso, no pido más que la nulidad del acta.

Los hechos que acabo de presentar al Congreso, están plenamente justificados ante el Juzgado de primera instancia. Es verdad que hay una contrajustificación del vicario, de que antes he hecho mérito, nueve señores sacerdotes que dicen que efectivamente el señor vicario les habló en favor del candidato ministerial, pero lo hizo sin violencia, sin intimidación. Hay otra contrajustificación para demostrar que la legalidad y la libertad en la elección de Cehegin ha sido completa; pero en esta contrajustificación se limitan a decir los testigos que las preguntas que se les hacen son ciertas, porque han visto los hechos, es decir, que son ciertas porque son ciertas; y en suma, hay uno que es el que más se detiene en su declaración, y que apareciendo como íntimo amigo del candidato de oposición, dice que fue su agente electoral, y que está por consiguiente en todos los secretos de su elección, pero que aunque su amigo, eso no importa, porque antes de las afecciones particulares está la conciencia. Pues bien, señores; ¿qué fe ofrece la declaración de este señor, cuyo nombre conviene que se sepa? Es D. Cristóbal Capel, vecino de Bullar y abogado. ¿Qué fe merecerá la declaración de este abogado, que dice bajo de juramento ser amigo del Sr. Rodenas, candidato de oposición, agente electoral suyo, y que está en el secreto de su elección, cuando hace ocho años que está siendo su más encarnizado enemigo, y que ha trabajado en contra suya? Pues para hacer más fuerza en su declaración, dice que es amigo del señor [689] Rodenas, que es su agente electoral, y está en los secretos de su elección, pero que sin embargo va a decir la verdad. Pues como la, segunda verdad sea como la primera, buena verdad es. Pues esta es la única declaración detallada y circunstanciada: todas las demás se limitan a decir: es cierto, porque lo hemos visto; es cierto, porque es cierto.

He dicho que iba a ser breve y no quiero molestar por más tiempo la atención del Congreso. No sé lo que determinará en su alta sabiduría; pero sea lo que quiera, cualquiera que sea el resultado de mis palabras, me contentaré, respetaré la determinación del Congreso, y en último resultado quiero que mis palabras sean dichas en honra de los electores que conociendo sus derechos, han hecho uso de ellos con entera independencia, y despreciando los halagos, las ofertas y las amenazas que se les han hecho. Quiero que mis palabras sean dichas en honra de los electores que son dignos del sistema representativo y de los gobierno libres; que dignos son de esto los electores que así conocen y practican sus deberes.



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